sábado, 21 de abril de 2012

La amenaza de la tormenta solar de los mil años


Un artículo en la prestigiosa revista «Nature» advierte de que debemos preparar nuestras redes eléctricas y de comunicaciones para soportar tormentas geomagnéticas mucho peores de las que conocemos


Los días 13 y 14 de marzo de 1989, no hace tanto tiempo, la Tierra experimentó la mayor tormenta geomagnética que la haya golpeado en décadas. Las partículas ionizadas provenientes del Sol provocaron un apagón en Quebec (Canadá), dejando a 5 millones de personas sin electricidad durante nueve horas en invierno y provocando daños valorados en millones y millones de dólares. También destrozó un costosísimo transformador en EE.UU. y envió a reparación dos equipos similares en Reino Unido. Durante el «temporal», las agencias espaciales perdieron el rastro de algunos de sus 1.600 sondas y satélites. Pues bien, debemos prepararnos para algo mucho peor, un evento de tal magnitud que puede ocurrir una vez en mil años. El problema es que no sabemos hasta qué punto puede llegar la intensidad del golpetazo. Esta es la advertencia que Mike Hapgood, del Consejo de Instalaciones Tecnológicas y Científicas del Reino Unido y jefe de un grupo de expertos que avisa al gobierno británico de posibles riesgos del clima espacial, realiza en un artículo de la prestigiosa revista Nature esta semana.
Hapgood explica que la sociedad actual es extremadamente dependiente de los sistemas eléctricos, lo que la convierte en extremadamente vulnerable. En mayo de 1921, una gran tormenta geomagnético quemó una central telefónica en Suecia. Antes, en septiembre 1859, un evento similar interrumpió las redes del emergente telégrafo, provocando incendios en las oficinas. Si una tormenta como esa ocurriera hoy dejaría amplias regiones sin electricidad durante varios meses, según un informe del UK National Grid (la red eléctrica británica). En EE.UU., algunos análisis apuntan a alteraciones a gran escala, efectos que pueden durar años y un impacto económico de varios billones de dólares.
El origen de la amenaza se encuentra en las eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), enormes erupciones de plasma cargadas magnéticamente que se producen durante las tormentas solares, y que aumentan el flujo de partículas en el viento solar cientos de veces. Cuando llegan a la Tierra, pueden afectar a las redes eléctricas y, además, modificar las órbitas de los satélites y poner en peligro las naves espaciales. La cuestión es, ¿estaremos preparados cuando una súper tormenta solar se nos venga encima?
Hay cierta capacidad para predecir el clima espacial a corto plazo. El Centro de Predicción de Clima Espacial en Boulder (Colorado, EE.UU.) puede proporcionar una alerta de una tormenta geomagnética fuerte con una antelación de 10 a 60 minutos y un 50% de fiabilidad, lo que permitiría tomar medidas para proteger las grandes redes eléctricas. Hapgood cree que la mejor advertencia de que debemos mejorar nuestras predicciones ocurrió el pasado marzo, cuando nos golpeó un gran CME. Las predicciones del día anterior variaron unas 18 horas. Muchas fueron inexactas. Por fortuna, no pasó a mayores.

La lección del tsunami de Japón

Los sistemas eléctricos, según explica el científico en su artículo de Nature, están diseñados para soportar eventos del nivel de los vistos en los últimos cuarenta años, y los transformadores están preparados para soportar una tormenta como la de 1989, pero no es suficiente. «El terremoto y el tsunami del año pasado en Japón muestran los peligros de prepararnos solo para lo que ya conocemos», dice Hapgood. A su juicio, debemos estar listos para afrontar un evento que puede ocurrir una vez en mil años.
Para ello, Hapgood cree que los científicos necesitan mejorar la disponibilidad de los datos del clima espacial, digitalizando los datos antiguos que, aunque parezca mentira, solo se encuentran en formato de papel. También ve necesario desarrollar modelos más sofisticados para predecir escenarios futuros, datos que resultan imprescindibles para mejorar la protección de nuestros sistemas en riesgo, desde las redes eléctricas y las líneas aéreas al GPS o los sistemas financieros cuyas transacciones automáticas llevan fecha de registro. Según el científico, este trabajo se está haciendo, pero no lo suficientemente rápido.

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