Beber café todos los días puede tener un beneficio extra. Según un trabajo que se publica en Journal of Alzheimer Disease el café, especialmente en personas mayores de 65 años, podría evitar la aparición del alzhéimer.
El trabajo, realizado por investigadores de las universidades de Florida y de Miami (EE.UU.) encontró que todas las personas con mayores niveles de cafeína evitaban la aparición de la enfermedad de alzhéimer durante los 2.4 años de seguimiento del estudio. Además, el café que parecía ser la fuente principal o única de cafeína para estos individuos.
Según los expertos, este trabajo proporciona la primera evidencia directa de que el consumo de cafeína/café se asocia con un riesgo reducido de demencia o retrasa su inicio.
Ahora bien, aunque hay que tener en cuenta que es un estudio pequeño, apenas 124 personas de edades entre los 65 y 88 años, sus resultados sugieren que los adultos mayores con deterioro leve de la memoria que consumen niveles moderados de café - alrededor de 3 tazas al día - «no tendrán alzhéimer o, al menos, verán retrasada su aparición».
miércoles, 6 de junio de 2012
Un enorme agujero negro atraviesa el espacio a gran velocidad
Expulsado de su galaxia tras chocar y fusionarse con otro agujero, puede ser la primera prueba de que muchos de estos objetos vagan perdidos por el espacio intergaláctico sin haber sido detectados
Resulta escalofriante, pero es real. Un equipo de astrónomos ha encontrado pruebas contundentes de que un agujero negro masivo está siendo expulsado de su galaxia anfitriona, situada a unos 4 millones de años luz de la Tierra, a una velocidad de millones de kilómetros por hora. Según nuevas observaciones del telescopio espacial Chandra de rayos X de la NASA, el agujero negro errante chocó violentamente con otro agujero y se fusionó, pero el gigante recién formado recibió una fuerte patada de retroceso de las ondas de radiación gravitacionales y salió disparado. La investigación, que aparecerá publicada en breve en The Astrophysical Journal, puede ser la primera prueba de que estos pozos cósmicos, aunque parezca increíble, pueden vagar perdidos por el espacio sin que los hayamos detectado.
«Es difícil de creer que un agujero negro supermasivo que pesa millones de veces la masa del Sol pueda moverse en absoluto, y mucho menos ser expulsado de una galaxia a una velocidad enorme», reconoce Francesca Civano, del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica (CfA ), responsable del estudio. «Pero estos nuevos datos apoyan la idea de que las ondas gravitatorias - ondulaciones en el tejido del espacio predichas por Albert Einstein, pero nunca detectadas directamente- pueden ejercer una fuerza muy poderosa»
El fenómeno tiene importantes implicaciones para la astronomía. Aunque la expulsión de un agujero negro supermasivo en una galaxia por la emisión de las ondas gravitacionales sea poco frecuente, puede significar que existan muchos agujeros negros gigantes que se mueven perdidos a través de los vastos espacios intergalácticos y que no han sido detectados. «Estos agujeros negros serían invisibles para nosotros -dice Laura Blecha, también del CfA- porque han consumido todo el gas que los rodea después de haber sido expulsado de su galaxia».
Científicos advierten de un colapso planetario inminente e irreversible
Una veintena de prestigiosos investigadores asegura en la revista «Nature» que el impacto humano puede llevar a la Tierra a un «nuevo régimen» para el cual no estamos preparados en tan solo unas pocas décadas
Las llamadas de atención ya han sido muchas pero ésta, por el prestigio de las voces que la realizan y lo tajante de su mensaje, quizás consiga, por fin, hacerse escuchar. Un renombrado plantel de 22 científicos de todo el mundo, entre ellos algunos españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha advertido de que la Tierra se aproxima a un colapso inminente e irreversible. En cuestión de décadas, si no se toman las medidas adecuadas -algo para lo que, por fortuna, aún estamos a tiempo-, la humanidad se enfrentará sin remedio a un «nuevo régimen para el que no estamos preparados». El panorama desolador incluye carencia de alimentos y de agua potable, enormes sequías, extinción de especies y migraciones masivas de gente en busca de su propia supervivencia «como nunca hemos visto en la historia». Las causas, según explican en la revista «Nature», son el brutal crecimiento de la población, la destrucción de los ecosistemas naturales en todo el mundo y el cambio climático.
Desde sus comienzos, la Tierra ha sufrido cinco grandes episodios de extinciones masivas asociados a cambios climáticos que han transformado las características de todo el planeta. El último gran gran cambio se produjo hace unos 14.000 años, cuando el 30% de la superficie terrestre perdió la capa de hielo que la cubrió durante el último período glacial. Desde entonces, el planeta se ha mantenido más o menos estable hasta la aparición y el desarrollo de la civilización humana. Sin embargo, los científicos creen que esto está a punto de cambiar. Y la culpa es nuestra.
Para empezar, somos muchos y consumimos demasiados recursos. La tasa de crecimiento anual de la población es de unos 77 millones de personas, casi mil veces superior a la experimentada hace entre 10.000 y 400 años. Hemos alterado el paisaje gravemente y emitimos a la atmósfera cantidades ingentes de CO2. «Sí, tenemos motivos para asustarnos. Hay grandes posibilidades de llegar a un punto de no retorno, catastrófico, para el que no hay marcha atrás, y las consecuencias pueden ser enormes para nuestra calidad de vida como especie. Tendremos problemas muy grandes», afirma a ABC.es Jordi Bascompte, biólogo de la Estación Biológica de Doñana, que ha participado en el trabajo.
El científico compara al mundo con una taza en el borde de una mesa a punto de caer y hacerse añicos. No parece que se produzcan grandes cambios mientras se acerca al filo, pero un ligero movimiento al final (léase, por ejemplo, una subida de temperaturas) y, de repente, el golpe puede ser terrible. La lista de fatales consecuencias es interminable. Perderíamos la polinización de los campos agrícolas -un proceso natural que hacen insectos como las abejas y del que dependen los cultivos-, muchas especies se extinguirían y otras se adaptarían, la provisión de agua potable y de alimentos sería mucho menor a consecuencia de la disminución de la biodiversidad y aumentarían las zonas mundiales desérticas. «Las grandes sequías conllevarían grandes migraciones y el regreso de enfermedades infecciosas que en el mundo occidental creemos erradicadas», apunta el biólogo. En palabras de Anthony Barnosky, profesor de biología en la Universidad de California Berkeley y principal autor de la revisión, «realmente será un nuevo mundo, desde el punto de vista biológico».
El reino de los insectos gigantes
Alcanzaban los 70 centímetros de envergadura pero su tamaño disminuyó drásticamente cuando llegaron las aves
Los insectos gigantes dominaron los cielos prehistóricos durante los períodos en los que la atmósfera de la Tierra era rica en oxígeno. Sin embargo, la irrupción de las aves hace 150 millones de años provocó que su tamaño disminuyera. El motivo, ganar en maniobrabilidad y ser capaces de dar esquinazo a sus principales depredadoras. El estudio aparece publicado en el último número de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. (PNAS).
Los insectos alcanzaron sus mayores tamaños hace unos 300 millones de años durante el final del Carbonífero y principios del Pérmico. Este fue el reinado de las libélulas gigantes depredadoras que alcanzaban una colosal envergadura de hasta 70 centímetros. La teoría más aceptada atribuye su gran tamaño a las altas concentraciones de oxígeno en la atmósfera (más del 30%, comparado con el 21% actual), lo que permitió a los insectos gigantes llevar suficiente oxígeno a través de las pequeñas vías respiratorias que utilizan en lugar de pulmones.
Mateo Clapham, profesor asistente de ciencias terrestres y planetarias en la Universidad de California en Santa Cruz, y su equipo compilaron un enorme conjunto de datos sobre las longitudes de las alas de más de 10.500 fósiles de insectos. A continuación, analizaron el tamaño de los insectos en relación con los niveles de oxígeno durante cientos de millones de años de evolución.
Cuando el oxígeno aumentaba, el tamaño de los insectos también. Pero de pronto ocurrió algo a finales del Jurásico y principios del período Cretácico que rompió el ciclo por completo. En esa época, hace unos 150 millones de años, el oxígeno aumentó de forma súbita, pero la talla de los insectos se hizo más pequeña. Este fenómeno coincide con la evolución de los pájaros.
Confirmado: la Vía Láctea chocará con Andrómeda
El acontecimiento, que tendrá lugar dentro de 4.000 millones de años, cambiará para siempre el aspecto del cielo y, de paso, la historia de nuestro Sol y su sistema de planetas
Un grupo de investigadores de la NASA acaba de calcular cómo se producirá exactamente la titánica colisión entre la Vía Láctea, nuestra galaxia, y su vecina más cercana, Andrómeda. El acontecimiento, que tendrá lugar dentro de 4.000 millones de años, cambiará para siempre el aspecto del cielo y, de paso, la historia de nuestro Sol y su sistema de planetas. Estas conclusiones se publicarán en tres estudios diferentes en Astrophysical Journal.
Hace mucho tiempo que los astrónomos saben que la Vía Láctea y su vecina Andrómeda se atraen mutuamente, y que se están acercando la una a la otra en una especie de «danza cósmica» que se alimenta de la fuerza de gravedad combinada de los dos gigantes. Sin embargo, hasta el momento nadie ha podido asegurar con certeza si las dos galaxias acabarían chocando en el futuro o si, por el contrario, solo se «rozarían» deslizándose muy cerca la una de la otra.
Ahora, y gracias a datos muy precisos sobre el movimiento de Andrómeda obtenidos con el telescopio espacial Hubble, la hipótesis de la colisión se convierte en realidad. Las dos galaxias están en ruta directa de colisión y su choque es, por lo tanto, inevitable. El evento, durante el que la Vía Láctea y Andrómeda se fusionarán, dando lugar a una nueva y gigantesca galaxia elíptica, se producirá dentro de 4.000 millones de años.
«Nuestros datos -explica Roeland van der Marel, del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial, en Baltimore- son estadísticamente consistentes con una colisión frontal entre Andrómeda y la Vía Láctea».
Pero pensemos por un momento en lo que significa, en un contexto galáctico, la expresión «colisión frontal». La Vía Láctea, nuestro hogar en el Universo, tiene un diámetro de unos 100.000 años luz (más o menos un trillón de km.) y contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas. Nuestro Sol es sólo una de ellas. Andrómeda, por su parte, es aún mayor, probablemente el doble (aunque la medida exacta es difícil de calcular) y contiene, según datos recientes del telescopio Spitzer, cerca de un billón de estrellas. Es decir, dos veces más que nuestra propia galaxia.
Andrómeda y la Vía Láctea son, de hecho, los dos miembros más grandes de los treinta que conforman el grupo local de galaxias. Cuando se encuentren, ambas se fusionarán, miles de estrellas saldrán despedidas en todas direcciones, como si se tratara de un inmenso avispero que tardará, por lo menos, otro par de miles de millones de años en calmarse. Sorprendentemente, es posible que el Sol y la Tierra (si es que para entonces aún existe) sobrevivan y se libren con una simple «patada gravitatoria» que les colocará, eso sí, en una posición que nada tiene que ver con la que ocupan hoy en día.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)